martes, 26 de noviembre de 2013

Gibraltar la Colonia Actual y Futura en 1902



En un artículo escrito por Alfredo Vicenti para el periódico el Liberal del 09 de octubre de 1902 reflejaba la verdad de lo que suponía la Plaza de Gibraltar para el Campo de Gibraltar y sobre todo para La Línea de la Concepción de la que decían:
....Esa población, única en España que por su fantástico incremento recuerda el de algunas grandes ciudades de Australia y de los Estados Unidos, puede y debe formar una especie de ansa Industrial y mercantil con las poblaciones comarcanas.
Puede ser este el motivo por lo que otras poblaciones no nos dejaron crecer...?

También decía otra gran verdad:
...Tanto más segura vivirá España, cuanto más crezcan y medren estas poblaciones. Si se las ayuda, acabará Gibraltar por depender de ellas en la esfera del tráfico y en la del consumo...
Pero todo ha ocurrido al contrario, en fin, aquí os dejo el artículo completo que dice así:


GIBRALTAR  LA COLONIA ACTUAL Y LA FUTURA

Créese generalmente en España que Gibraltar es una ruda fortaleza, dentro da cuyos muros viven los elementos civiles punto menos que de limosna.

Así sucedió durante siglo y medio, y, á decir verdad, quedan todavía en Inglaterra algunos centenares de soñadores que claman por la resurrección del viejo sistema militarista.

Pero ni ahora existe ni hay posibilidad da resucitar lo que, en rigor, jamás tuvo substancial y positiva existencia.

De 1724 a 1791 la población civil fluctuó entre 3.000 y 4.000 habitantes. De 1791 a 1814 dio un enorme salto y ascendió a 9.000, pese a la inflexibilidad de las leyes militares, que no otorgaban a nadie el derecho de residencia, y que atribuían al gobernador de la plaza la facultad de expulsar a todo el mundo.

Apelóse, en vista de ello, a medidas draconianas. Fue negada licencia para contraer matrimonio a los paisanos, no unidos con la guarnición por vínculo directo. Se prohibió la venta pública en los mercados hasta después de servidos los batallones. Y derruyendo unos  predica y dejando que se desmoronasen otros, se redujo metódicamente el número de viviendas habitables.

Arbitrariedades inútiles.

A fines de 1816 residían 9.633 personas (civiles) en 1.660 casas, A principios de 1869, en menos de 1.100 casas, residían más de 17.000 personas. Y en la actualidad son 20.985 las que ocupan igual o acaso menor numero de viviendas.

A 25.000 ascenderán forzosamente dentro de diez o doce años. Si no lo hace el desarrollo progresivo del comercio, lo impondrá por si solo el aumento de la guarnición terrestre o marítima, pues harto se sabe que la proporción biológica necesaria entre los elementos civiles y los elementos militares que conviven en poblaciones modernas, es cuando menos de 4 a 1.

¿Dónde se meterán entonces treinta y tantos o cuarenta millares de individuos?

Aquí no cabe más gente.

Dejo para luego el examen de este punto, y voy antes a sintetizar porque viene muy a cuento el régimen de la Colonia.

Las 20.985 personas se costean hoy, con recursos propios, todos sus servicios, poseen un razonable tesoro y prestan cantidades a compran valores a las demás colonias Inglesas.

Su presupuesto de 1902, mayor que el de los anteriores ejercicios, importa 2.305.314 pesetas por Ingresos, y 2.213.112 de gastos. Habrá, pues, en la liquidación un superabit de 92.202 pesetas.

Todos loe rendimientos están en alza, principalmente el de Aduanas, que en 1902 será da 25.300 libras esterlinas, no habiendo sido más que de 20.600 en 1901. Adviértase que en la Aduana solamente tributan el tabaco, los vinos, los espíritus y los licores.

La Colonia paga el gobierno general (4.500 libras anuales percibe el comandante en jefe, sir George Stewart White), el departamento de secretaría (2.940), la justicia, la administración, la policía, los correos y telégrafos (500 libras cobra la directora, miss Margarita Creswell), la instrucción publica, el servicio de higiene y salubridad, la asistencia médica domiciliarla, un hospital civil de primer orden y un magnífico hospital de dementes.

Costea asimismo pensiones de retirados o inválidos, y da subvención a Iglesias de diversos cultos.

Se administra autonómicamente y tiene un Gran Jurado constituido por 36 miembros, de los cuales 23 ejercen el ministerio de asesores.

En sus relaciones mercantiles con el exterior, entienden un Comité de Bolsa y dos Cámaras de Comercio, una internacional y otra judía.

De estas franquicias y libertades de hecho, poco a poco obtenidas por la ciudad, claramente se deduce que la plaza ha perdido su carácter exclusivo y típico de fortaleza.

Y de la compenetración cada día mayor entre las Instituciones civiles y las Instituciones  militares, indúcese con igual claridad que ya no puede volver ser lo que fue en el siglo XVIII.

«A la población civil, a la militar y a la naval»; en ese orden de prelación se redactan y encabezan los mandatos dirigidos al público.

El General White se llama de oficio gobernador y comandante en jefe de la ciudad, guarnición y territorio do Gibraltar.

Meses há, el noble defensor de Ladysmith (ahora ausente en Inglaterra), fue acusado por los trabajadores locales, de quienes hicieron interpretes las Trade Unions, de haber servido a la Federación patronal, enviando a los pontones soldados que reemplazasen a los carboneros huelguistas.

Sir White que, según la ley todavía no derogada, ejerce en la plaza el derecho omnímodo de admisión, expulsión y regulación, negó modestamente el envío, y demostró, sin considerar vilipendiada o disminuida su autoridad, que no había lugar a la censura.

Cierto que en esa huelga análoga de ladrilleros Ingleses acababa de formular parecidas explicaciones nada menos que lord Robert, el generalísimo de los ejércitos  de la Gran Bretaña.

Honra sobremanera a entrambos generales la muestra de respeto dada a las libertades y a las leyes comunes del Reino Unido. Pero es mas notable la moderación de sir White que, al fin y al cabo, gobierna militarmente una Colonia. Más notable y gráficamente demostrativa do que la ciudad de Gibraltar no se conceptúa ni tornará a ser conceptuada como una simple fortaleza.

Y vuelvo ahora a mi pregunta.

Pues que aquí no cabe más gente, ¿dónde se alojará el exceso de población civil y militar que para dentro de pocos años se adivina?

No se adivina, está ya anunciado en términos categóricos.

Dudo, por motivos que en otros artículos precisaré, que se intente de veras la construcción de otro dique en los acantilados o en las arenas movedizas de la parte oriental de la Roca.

Pero, acabado el que en la parte S. O. se construye, vendrán a instalarse en la ciudad cuatro 5 cinco mil personas, encargadas de atenderlo, de vigilarlo y de servirlo.

Pronto llegará de Inglaterra un teatro de acero con capacidad para 1.600 espectadores, el cual será montado en las cercanías del Dockyard, que tanto ha dado que hacer a la Cámara de los Comunes.

Pues bien; la Sociedad explotadora, al lanzar sus acciones, ha declarado —y con esto no hay chanzas en Inglaterra— que el capital tenía garantizado su interés, gracias a la asistencia segura de los empleados y dependientes del dique.

¿Que albergue encontrará ese o cualquier otro refuerzo do población en una tan angosta colmena?

La contestación salta por si sola a la vista y a la pluma.

En las ciudades y los pueblos del Campo español necesitarán buscar albergue nocturno los nuevos moradores, o los antiguos, que para dejarles sitio abandonen de grado o por fuerza sus hogares.

Apenas aumentado el número de habitantes en algunos miles, se reproducirá en Gibraltar lo que acontece en las capitales de Inglaterra y de la América del Norte.

Los funcionarios y los negociantes pasaran en sus oficinas y escritorios el día, y se irán a comer y a dormir a los lugares del contorno donde hayan adquirido o alquilado viviendas.

Algo de esto ocurre ya, e inmenso será el asombro de nuestros políticos de secano el día en que el consulado de Gibraltar, donde el Sr. Marti y su segundo, el Sr. Boada, trabajan ardorosamente para el Nuncio, remate la curioseara estadística de casas y propiedades compradas por súbditos ingleses en tierras españolas.

Se avecina, por consiguiente, no un nuevo peligro, como supondrán los cortos de ánimo y de criterio, sino una ocasión excelentísima para que La Línea, Puente Mayorga, Algeciras, San Roque, Los Barrios, Jimena y el Campo todo mejoren sus intereses, a la vez que defiendan, tranquila y pacíficamente, los de la patria.

Requiéranse a tal fin carreteras y tranvías que los pongan en rápida comunicación mutua, y que los unan o identifiquen con el resto de la Península, de la cual se hallan hoy más distanciados que los aduares de la otra banda del Estrecho.

Parece que se ha sacado a subasta (y alguna parte le toca a El Liberal en ello) la reparación de la carretera famosa de Gibraltar á La Línea, y que lo mismo se va a hacer con la provincial de El Campamento á San Roque.

No basta eso, aun suponiendo que haya licitadores que confíen en la solvencia de la Diputación de Cádiz.

Por las oficinas de Madrid rueda, no se desde cuándo, un proyecto de tranvía a vapor que, partiendo de la estación de San Roque, debería llegar a espaldas de La Línea por terrenos no sometidos a la concupiscencia del invasor futuro.

Modere su laudable susceptibilidad la Jurisdicción de Guerra, y considerando que un riel se levanta y un camino real, es corta en obra de minutos, no oponga obstáculos a que el Campo de Gibraltar se cubra de ferrocarriles, de tranvías y de carreteras.

Tanto más segura vivirá España cuanto más crezcan y medren estas poblaciones. Si se las ayuda, acabará Gibraltar por depender de ellas en la esfera del tráfico y en la del consumo, como que los moros no llevan al Peñón más que huevos y gallinas.

Los 45.500 habitantes de La Línea (así rezan las estadísticas británicas) serán mañana cincuenta o sesenta mil, y se impondrán en términos naturales y pacíficos a los treinta o treinta y cinco mil de la Roca gibraltareña.

Esa población, única en España que por su fantástico incremento recuerda el de algunas grandes ciudades de Australia y de los Estados Unidos, puede y debe formar una especie de ansa Industrial y mercantil con las poblaciones comarcanas.

Y en ello tendrá España el mejor instrumento para repeler á Inglaterra invasora, o para entrar A medias en los negocios del Estrecho con Inglaterra amiga.

Por el método de aislamiento del Campo, que observamos hoy, se da la razón a los que han trazado el mapa irrisorio de una Andalucía británica. Por el camino opuesto, que es el derecho y el racional, no nos costará trabajo excesivo el transformar The City, Garrison and Territory of Gibraltar, en un fragmento de Inglaterra andaluza.

Alfredo Vicenti






                                                               Luis Javier Traverso








Documento del Archivo de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.

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